
Igualaron sin goles en el Nuevo Gasómetro, donde el local tuvo las mejores posibilidades. Ahora, los de Pizzi continuan segundos, pero a tres unidades del puntero, Newell's.-
No se pareció a esa esplendorosa versión de la semana pasada. No hubo noventa minutos cargados de toques. Pero San Lorenzo mereció ganar. Al menos, buscó con tenacidad esos tres puntos que le hubieran permitido seguir al acecho de Newell's. Anoche, en el Nuevo Gasómetro, le faltó toda esa contundencia que mostró siete días atrás contra Gimnasia. Y se alejó de los rosarinos, que un rato antes habían despachado a Quilmes. Tigre, sin rubores, logró un empate que sólo podrá valorar en función de engrosar su promedio. Esa mezquina postura que trajo al Bajo Flores no le permitirá progresar demasiado en la tabla.
Sí, San Lorenzo tuvo poco que ver con el que venció a Gimnasia. No sólo por esa camiseta blanca que contrastó la azulgrana que también distingue a Tigre. A pesar de que presentó los mismos nombres que el sábado anterior, estuvo diseminado tácticamente a través de un 4-2-2-2. Y aunque fue paciente en la elaboración, este buen equipo generó las situaciones más claras frente a Javier García, pero no estuvo fino en el área.
Tuvo cuatro chances San Lorenzo en el primer tiempo. Ignacio Piatti quebró cintura, pero tapó García con reflejos. Hubo un tiro de Néstor Ortigoza, a tres dedos, que se perdió muy cerca del ángulo. También, una jugada preparada que no pudo aprovechar Emmanuel Mas, cuyo zurdazo se perdió por encima del travesaño. Y García anticipó justo a Nacho tras un pase profundo de Ortigoza.
El volante paraguayo empezó a tener un rol protagónico cuando San Lorenzo ya se había gastado de lateralizar el juego. Lo cierto es que no encontró facilidades para progresar en el medio porque le coparon la parada. Justo en el lugar donde nacen las mejores opciones locales, Tigre ensució el juego. Y cuando no pudo hacerlo por las buenas, lo logró con infracciones.
La propuesta del cuadro de Victoria estuvo lejos de ser audaz. Por el contrario, se agrupó cerca de su arquero, que no tuvo pruritos para hacer tiempo, rugió en el medio y trató de mostrar las garras de contraataque. Pero salvo esos primeros minutos en los que salió a jugarse un pleno presionando a los defensores de San Lorenzo, apenas merodeó el área de Sebastián Torrico, que interceptó cada centro.
Con un 4-4-2 que tuvo a Matías Pérez García como un segundo punta y a Cristian Bordacahar como referente de ataque, inquietó poco y nada. Y los volantes externos tampoco incidieron, más allá de la dinámica que desplegaron Ramiro Leone por izquierda y Hanson por derecha. No era ilógica la idea de ganar las bandas, sobre todo teniendo en cuenta que Buffarini y Mas no son carrileros natos.
Pizzi esperó un rato para darle otra fisonomía al equipo. Tal vez se decidió después de ese lateral que comprometió a la defensa. Se filtró Bordacahar, pero Torrico tapó el mano a mano. Antes, un cabezazo de Mas se había estrellado en el travesaño. La realidad es que necesitaba un cambio San Lorenzo. El técnico lo advirtió. Prescindió de Buffarini, movió a Juan Mercier a la zaga central, armó una línea de tres en el fondo, retrasó a Angel Correa para rescatar el tridente fetiche con Romagnoli y Piatti y sumó a Héctor Villalba como socio de Gonzalo Verón en ataque.
Así y todo, fue un jugador de Tigre el que quedó de cara al gol. Pero Torrico le tapó un bombazo a Bordacahar. Igualmente, San Lorenzo siempre dominó, aun a riesgo de exponerse. Si no se hubiera apurado Villalba para rematar, la historia hubiera sido diferente. Dos veces falló el pibe nacido en la villa 1-11-14. Y con su falta de puntería, también se perdió una gran posibilidad San Lorenzo.
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