lunes, 9 de septiembre de 2013

River encadena alegrías y maquilla su imagen


En una ráfaga, vapuleó 3-0 a Tigre; en cuatro días se desahogó en el campeonato y también en la Copa Sudamericana; varió la actitud para reconquistar al hincha.-

El mismo escenario, los mismos colores, el mismo desahogo pero con gusto dispar. La diferencia entre una situación y la otra, además de tratarse de rivales y campeonatos distintos, fue el resultado y, particularmente, la actitud para encarar cada uno de los compromisos. Hacía tiempo que River no se permitía encadenar alegrías, pero se despojó de ese lastre y con resultados se llenó de felicidad en apenas cuatro días: con dudas y recostado en una sobresaliente actuación del arquero Barovero eliminó a San Lorenzo de la Copa Sudamericana, después de empatar sin goles. Aquel fue el primer episodio de una saga que tuvo continuidad ayer, donde con una ráfaga de goles vapuleó 3-0 a Tigre, por el torneo Inicial. Entre un acto y el otro modificó la postura mezquina que enseñó frente al Ciclón, y sustentó la victoria en las electrizantes apariciones de Lanzini y en la frescura de la juvenil fórmula de ataque que compusieron Giovanni Simeone y Federico Andrada.
Se obligó a cambiar la imagen River, después de las críticas y los cuestionamientos por el estilo que eligió el director técnico Ramón Díaz para lograr la clasificación para los octavos de final de la Sudamericana. No lo hizo con rapidez ni de manera sencilla, aunque Tigre le ofreciera monopolizar el dominio de la pelota y que se jugara en su territorio. Empezó con calma, haciendo circular la pelota, pero ese síntoma auspicioso se fue perdiendo al tiempo que la impaciencia por quebrar al rival se apoderó de aquellos que tenían que marcar el ritmo. Ponzio se repetía en recostar el ataque por el lateral izquierdo, por donde Vangioni siempre es una tentación. Sin embargo, el rosarino, que se posicionó más como volante que como lateral debido a que Tigre se dedicó exclusivamente a tapar los espacios y a la tarea de contención, olvidándose de la faceta ofensiva del juego, fue sintiendo el desgaste y no desequilibró como acostumbra. Era Carbonero la llave para romper el cerrojo, pero el colombiano no era abastecido ni buscado con insistencia por sus compañeros. Las pocas situaciones de riesgo no invitaban a imaginar un vuelco tan contundente, como el que River provocó en el comienzo del segundo tiempo.
Si el ingreso de Bottinelli por Álvarez Balanta generó desconfianza y murmullo en el público, la corrida de Lanzini -al mejor estilo Messi- les hizo explotar la garganta a esos mismos hinchas. El N° 10 enfiló desde la mitad de la cancha hasta el área, dejando a tres rivales en el camino, para marcar el rumbo de una victoria que tenía carácter de urgente para un equipo que se presentó como protagonista, aunque todavía no dio señales para entrar en la categoría de candidato. Fue alivio para los de adentro de la cancha, fue desahogo para los de afuera. Fue el primer paso para derrumbar a Tigre, que nunca exhibió respuestas, que cuando intentó desempolvar un libreto diferente recibió dos cachetazos que terminaron por desnudar sus flaquezas.
La incapacidad para despejar de la defensa de Tigre terminó en un pase-gol de Paparatto para que Giovanni Simeone tuviera su bautismo en la red en primera. Lanzini cerró la goleada, al empujar una pelota que fue rechazada por García, después de un remate de Andrada.
Con el sello de los juveniles y a la espera de Teo Gutiérrez y Jonathan Fabbro, los refuerzos de mayor jerarquía, ausentes por participar con las selecciones de Colombia y Paraguay, respectivamente, en las eliminatorias, River ensayó dos festejos que deberían convertirse en el envión anímico y futbolístico para soñar.
  • Ovación para Barovero
    Cuando hizo la entrada en calor, cuando ocupó los arcos y cuando le ahogó el gol a Erick Godoy, Marcelo Barovero fue ovacionado por los hinchas de River, que pidieron la presencia del arquero en la selección.

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